Dentro de la mente de Pedro Sánchez: dos hipótesis sobre lo que podría suceder el lunes

Tomás García Morán
TOMÁS GARCÍA MORÁN LEJANO OESTE

OPINIÓN

Imagen de archivo de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados
Imagen de archivo de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados Eduardo Parra | EUROPAPRESS

¿Es una maniobra política con la vista puesta en Cataluña y la gobernabilidad de España o pesan más los factores personales? Nadie sabe nada, pero nos atrevemos a hacer una quiniela con los distintos escenarios.

25 abr 2024 . Actualizado a las 21:18 h.

Solo hay una cosa segura. Quien diga que sabe algo o es un iluso o miente. Todo lo demás son quinielas, hipótesis y, en el caso de Pedro Sánchez, casi clarividencias de Rappel. Pero, como es nuestro trabajo, vamos allá. 

En el inédito anuncio del gran tahúr, esa supuesta dimisión en diferido, ese finde largo para reflexionar, nos adherimos a dos grandes corrientes de opinión: 

En primer lugar, Sánchez se recluye cinco días en La Moncloa e irrumpe en la campaña de las elecciones catalanas con 48 horas de adelanto. El objetivo primario es ganar estos comicios, si cabe más decisivos que los gallegos y los vascos que acaban de celebrarse. Si en Galicia Sánchez recibió un severo correctivo, más por méritos de Rueda y porque aquí no tenía en la manga el as de la ultraderecha, en el País Vasco ha sido el gran ganador. El PNV vuelve a respirar. Bildu amaga pero necesitará cuatro años más para culminar el Annapurna. Y Sánchez es el gran vencedor, porque todos habíamos pronosticado una gran china en su zapato, obligado a retratarse entre papá PNV y mamá Bildu. Pero ha quedado probado que Otegi ya no necesita la independencia. El País Vasco, con una política fiscal propia y una educación que no digamos, ya es independiente sin falta de seguir corriendo delante de los antidisturbios.

Pero, ahora sí, llega la prueba final, unas elecciones de dos rombos. Con el movimiento de ayer, Sánchez intenta ganar las catalanas, en las que aunque el PSC sea el más votado, le tendrá que dar la presidencia a un independentista. Y mejor ERC, indepe de casa, que Puigdemont. Así que, superados estos cinco días, convocaría una moción de confianza e intentaría empujar a Illa y a Esquerra, como intentó, sin suerte, con Besteiro y Pontón. Una cuestión de confianza exige más votos positivos que negativos. De modo que para que Sánchez la perdiera, Junts tendría que votar junto a PP y Vox una semana antes de las catalanas.

Llegado el caso, nos diría Sánchez, he demostrado que puedo ser presidente del Gobierno pero no gobernar. Con Podemos no se puede ir ni a robar fresas. Y Puigdemont, por si teníais alguna duda, es el mayor felón de la historia. Alto traidor, como la justicia acabará demostrando.

Así que el 31 de mayo, un año después de disolver el Parlamento y por tanto la primera fecha en la que la Constitución se lo permite, lo volvería a hacer. Otra misión aparentemente suicida para frenar a la ultraderecha, hundir definitivamente a Podemos, ganar ya sin el lastre del prófugo traidor… ¿Les suena? Parece imposible pero, ¿qué parecía hace un año y qué ocurrió después?

La segunda hipótesis es más prosaica: su pareja le ha dicho «vámonos de finde a Lanzarote o a Doñana, que me tenéis hasta el gorro».

Hay variantes de esas dos hipótesis: una mezcla de ambas porque la verdadera estratega es Begoña, ha visto que la Brunete mediática vuelve a lanzarse a por Feijoo, sabe que Pegasus le tiene grabado en algo turbio, huida (¿temporal?) a Europa… Pero eso ya se lo dejamos a Rappel o la Bruja Lola. De momento.