De ser ama de casa a convertirse en escritora con 80 años: la historia de superación de la asturiana Oliva García

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

La octogeneria asturiana Oliva García posa con el libro que acaba de publicar
La octogeneria asturiana Oliva García posa con el libro que acaba de publicar

Natural de Boal y afincada en Gijón desde hace décadas, nunca vio los años como un obstáculo para cumplir sus sueños. Su avanzada edad ni siquiera le ha impedido sacar a la luz dos libros y su tercera obra literaria está en camino

03 may 2024 . Actualizado a las 09:32 h.

Oliva García siempre fue una mujer «muy adelantada» a su tiempo. Jamás le gustó seguir modas y mucho menos cumplir con los cánones establecidos por la sociedad. Hacer lo que más le «apetecía» en cualquier instante y disfrutar «al máximo» cada momento ha sido desde que tiene uso de razón su filosofía de vida. Es por ello que a sus 80 años no le da ningún tipo de reparo lucir una larga melena rubia peinada con trenzas africanas ni vestir prendas que van más allá de las últimas tendencias. «No me siento con ocho cero, sino con cero ocho», asegura con esa vitalidad que desprende por los cuatro costados.

Para esta boalesa, afincada en Gijón desde hace décadas, la edad tan solo es un número. Nunca le ha dado importancia al tiempo, sino a lo vivido, al día a día: «Yo no hago planes, solo hago lo que me gusta», confiesa. Como de ningún modo ha visto que el hecho de cumplir años sea un obstáculo para hacer realidad sus sueños y siempre le ha acompañado ese ambicioso espíritu de superación, hace dos años decidió lanzarse a la piscina para materializar uno de esos anhelos que tenía desde niña: ser escritora. Sirviéndose de esas ocho décadas de experiencia a sus espaldas, ha publicado dos libros y el tercer ejemplar ya va camino de ver la luz.

Esa pasión por las letras es algo que ha acompañado a Oliva desde siempre. Toda la vida se sintió atraída por la escritura; sin embargo, por circunstancias personales «nunca» vio ni tuvo el momento oportuno para representar y dar forma con palabras a esas ideas que deambulaban por su cabeza. «No encontraba nunca tiempo para sentarme y escribir tranquilamente», hasta que cumplió nada más y nada menos que 78 años. Tras soplar las velas de su aniversario se sentía «tan ilusionada» que decidió hacer realidad ese sueño. Cogió el ordenador, abrió un documento de Word, empezó a escribir y poco a poco ese talento fue tomando forma.

Comenzó relatando sus vivencias. Desde que era una niña a la que no le gustaba «para nada ir al colegio» hasta el momento que decidió hacer las maletas, abandonar con tan solo 16 años la casa de sus padres, en Boal, y recorrer buena parte de los pueblos de la costa occidental asturiana para ganarse la vida. Con el objeto de conseguir un jornal con el que poder cubrir sus necesidades, Oliva se empleaba en aquellos trabajos en los que estéticamente se «viese bien». «Nunca me gustó llegar mandil o ir sin tacones», confiesa esta asturiana que llegó a viajar sola a Málaga para trabajar durante un mes y medio en un hotel de la provincia andaluza como doncella.

En esos pequeños relatos no falta tampoco el instante en el que conoció al hombre que pocos meses después se convirtió en su marido ni mucho menos el hecho de convertirse en madre. Sus alas se resquebrajaron aún más, ya apenas podía seguir volando para conocer lugares, pero eso no impidió a la boalesa vivir al cien por cien cada momento. «Tuve a mis tres hijos de forma espaciada para que así tuviese yo a tiempo a disfrutar», confiesa Oliva, quien iba «a todas partes» con sus retoños —uno de ellos es el asturiano que imprime piezas de cerámica en tres dimensiones— y procuraba que «nunca les faltara de nada».

También en ese pequeño diario, la de Boal cuenta cómo con 50 años recién cumplidos decidió reciclarse académicamente hablando. Como en ese momento sus hijos ya se valían por sí mismos y apenas necesitaban de su atención, hizo un curso de estética e iba por las calles maquillando a la gente. Aprovechaba además la ocasión para vender productos cosméticos y lencería bajo encargo y por catálogo. Relata además cómo aprendió a hacer macramé y novela el momento que decidió formar parte activa de la lucha feminista al convertirse en la presidenta de la Vocalía de la Mujer de Monteana, en Gijón.

Oliva escribió día tras día, dedicando «unas tres o cuatro horas todas las tardes», hasta conseguir relatar su propia historia en menos de 200 páginas. Una vez materializada esa autobiografía decidió publicar la misma para que así su entorno más cercano y quien lo desease pudiese conocer de primera mano sus vivencias. Bajo el título de Los sueños de una gaviota, esas vivencias ya han visto la luz. «La gaviota es un ave con la que tuve mucho contacto. Casualmente, cuando fui a Málaga, cuando estaba por los acantilados alrededor del castillo, había muchas gaviotas y al cantar me hacían soñar», señala Oliva, a quien le quedó una espina clavada.

Un segundo libro

«Cuando publiqué el primer libro me quedé tan ilusionada que quise escribir otro más», confiesa. En esta ocasión la boalesa. que pasa también buena parte de su vida en Luarca, decidió servirse de las vivencias de sus seres queridos para relatar cómo ha evolucionado el mundo desde mediados del siglo XX hasta nuestros días. La obra que lleva por nombre Un atardecer en primavera y cuya protagonista es una abuela ya se encuentra a la venta.

«Solo pido que este libro tenga el mismo éxito que el primero y creo que así será, porque la gente, cuando lee, quiere leer la verdad, no fantochadas», confía Oliva, quien solo da «un pequeño toque de fantasía» a la historia para así poder dar vida a la misma. «Cuento la verdad pura y dura y, además, lo escribo tal y como lo viví, por eso no me gusta que nadie me cambie ni una sola palabra. Aparte de porque no me gusta que nadie me enseñe ni me corra, porque a mí siempre me gustó ser yo misma», manifiesta.

Mientras que sus ejemplares calan en la sociedad y sigue disfrutando al «máximo» del día a día, Oliva sigue dedicando las tardes a escribir para poder publicar el que sería ya su tercer libro. «Llevo ya unas 8.000 palabras y es otra historia completamente diferente a las anteriores», dice sin poder relevar todavía nada. Lo único que puede adelantar es que irá «sobre el paso del tiempo» y es una obra que la mantiene «muy ilusionada». Tal es así que no le importa seguir encerrándose horas y horas en su «despacho» para poder seguir dando rienda suelta a ese talento innato.